(Por la propia autora)
Ante un folio en blanco una se ve pequeña y un tanto perdida. ¿Qué contar a alguien que está frente a la pantalla del ordenador esperando conocerte, en tan sólo unas cuantas líneas? Así que después de darle varias vueltas, he decidido presentarme no contándote quien soy, sino quién no soy. No soy ya cuarenta y tantos años de idas y venidas, de encuentros y desencuentros, de dudas, de preguntas, de rabia contenida por anhelar levantar el vuelo y saber que tengo un ala rota porque dejé que me atrapasen y por ende, que me la rompieran. Cuentan quienes me conocen, que he sido un gran hallazgo, un inesperado soplo de aire fresco, todo un descubrimiento como escritora. Y yo les contesto que siempre he sido así, pero que parte de lo que soy estaba atrapado, escondido, reservado esperando un empujón para cortas mis cadenas. Siempre he sido fuerte, la vida me ha puesto a prueba en varias ocasiones y he sacado nota en los retos más amargos. Sin embargo, les digo, ahora y tras la prueba más dura, toca VIVIR con mayúsculas. Llevo viviendo intensamente, después de haber muerto, desde hace más de dos años. Duele el presente pero más duele el pasado y cuando eso sucede, el hoy se dulcifica. Escribo para sacar fuera todo lo que llevo dentro, todo lo que creo que merece la pena compartirlo contigo. Y lo que escribo es el resultado de lo que estoy viviendo ahora, porque a la anterior Aída, decidí decirle “basta”. Ahora soy realmente yo, por primera vez después de tantos años, ahora soy TORMENTAS DE TINTA. Y aunque haya tenido que dejar atrás aquello por lo que antes luché, creo que el camino que resta por descubrir se presenta repleto de posibilidades y esperanzas, de sueños por cumplir y que presiento se harán realidad. Ya no soy aquella adolescente que ganó un premio literario en el Instituto San Cristóbal de los Ángeles por un cuento que ni siquiera sé dónde dormirá (quizás en el trastero, perdido en una maleta) ni la universitaria que jamás se emborrachó ni se fumó un porro en aquella época llamada “movida madrileña”, que lo más alocado que recuerda haber hecho es bajar descalza por el Paseo de las Delicias, saliendo de la discoteca Titanic, con los pies destrozados por culpa de unos imposibles zapatos de “chúpame la punta” y tacón kilométrico. Tampoco soy ya la madre que se pasaba veinticinco horas al día cuidando de sus hijas (ellas ya comienzan a volar, sus alas son fuertes y las mías curaron ya), ni la mujer que no se cuestionaba nada ni la que se cogía el pedazo más pequeño del pastel. Ahora quiero y demando lo que me corresponde y por eso dicen las malas lenguas que he cambiado y que no me reconocen. No he cambiado, soy yo, les digo, aunque tampoco tengo por qué dar explicaciones ni justificarme porque a nadie más que a mí debo dar cuentas de mis decisiones y de mis contradicciones. Lo que hace unos años me debilitó y acabó conmigo, meses más tarde fue la fuerza que me ayudó en mi renacer y ahora esa vida que siempre quise vivir, esa vida plena en comunión con la palabra escrita, me espera. Ha llovido ya desde que mi caja de Pandora se abrió y ésta ya no puede cerrarse. Quiero compartir quién soy contigo, lector ávido de historias por vivir, sediento de palabras que evocan sentimientos, de caminos que se entrecruzan, de finales inesperados. Tormentas de tinta nace de las miles de lágrimas que antaño derramé, de las historias que esas lágrimas han hecho crecer y madurar en mi cabeza y que hoy apremian por salir a la luz. Pero, como tú y yo sabemos, tras la tormenta llega la calma. Y de los días tormentosos, de los días ventosos y de los días nublados, de aquellos que también nacen bañados por un sol radiante de primavera, de todos esos días que viviremos juntos, forjaremos una nueva historia, la tuya y la mía, amigo de las TORMENTAS DE TINTA. (Biografía extraída del blog de la autora:
https://tormentasdetinta.wordpress.com).
Mi reseña:
Hoy tengo el placer de traeros al blog la novela debut de una escritora madrileña a la que he tenido la suerte de conocer a través del mundo Twitter y bloguero, Aída del Pozo. Aída me envió su novela hace unos meses, cuando aún no contaba con respaldo editorial, y le dije que en cuanto estuviera publicada (porque estaba segura de que lo haría), la reseña saldría en mi blog en cuanto me fuera posible leerla (la tengo recién acabada); y aquí estoy, dejándoos mi experiencia con "El silbido de la serpiente", un libro que me ha mantenido en un desconcierto constante y que ha sabido jugar conmigo hasta el final.
En "El silbido de la serpiente" alguien nos cuenta su vida, su historia; una historia oscura que le ha conducido a ser quien es ahora, alguien que vive sin alma y que por ello ha de robársela a los demás para llenar ese vacío. Sólo cuando siente que el último aliento abandona a sus víctimas nuestro interlocutor se siente más vivo, más cerca de tener su propia ánima. En su vida adulta sólo ha permitido que Candy, una pintora con la que comparte su vida desde hace cinco años se asome un poco a su verdadera naturaleza, contemple su interior; sin embargo cuando Candy le hace un retrato, en este hay alma, lo que sorprende a la persona que nos cuenta su historia, pues ella siempre ha creído no poseerla. Pero si este cambio no es suficiente, la llegada de otra persona a su vida creará aún mayor caos, haciendo que la necesidad de cazar se mezcle con la necesidad de averiguar si el alma captada en el retrato existe realmente o es simplemente un espejismo.
Si algo me ha resultado fascinante en esta novela es la facilidad con la que Aída del Pozo es capaz de jugar al despiste con el lector pero sin engañarle, porque cuando terminas la novela y analizas lo que has ido leyendo te das cuenta que te ha ido dejando pistas, pequeños matices que te conducen hacia la identidad del culpable. Resulta escalofriante pensar que viviendo entre nosotros se esconden individuos aparentemente normales, que son capaces de llevar su vida como cualquier hijo de vecino, pero que en su interior esconden una oscuridad absoluta, capaces de llevar a cabo los actos más atroces (por desgracia, vemos que cada día estos sucesos son cada vez más comunes, por lo que yo misma me pregunto si de verdad la humanidad, como especie, avanza o retrocede), y la forma en la que la autora lo retrata en "El silbido de la serpiente" llega a poner los pelos de punta en más de una ocasión, porque no se ahorra nada, no se deja ningún resto en el tintero. Aída escribe con absoluta honestidad, lo que en muchas ocasiones significa también hacerlo sin red.
"El silbido de la serpiente" está escrito con un estilo claro y sin cortapisas, en el que Aída del Pozo utiliza una prosa directa, actual, sin dudar en recurrir a un lenguaje más fuerte cuando la escena que se está desarrollando así lo requiere. La novela se encuentra narrada casi en su totalidad en primera persona, a través de la figura del narrador protagonista, que no es siempre el mismo, pues nos encontramos con tres voces distintas que nos contarán la historia desde su propio punto de vista, lo que amplía la visión que el lector obtiene de toda la trama. En cuanto a esta, me ha parecido muy original y muy bien planteada; Aída del Pozo demuestra una gran habilidad para jugar con el lenguaje, se maneja muy bien dentro de la ambigüedad, llevando al lector por donde ella quiere, pero sin que este se sienta engañado o estafado en ningún momento, más bien al contrario, pues consigue despertar en él el instinto detectivesto para saber donde se esconde ese asesino que nos habla desde las páginas del libro (es una de las voces protagonistas), cual es su identidad y cual será su siguiente paso. He de reconocer que sólo hay un punto que a mí me ha fallado, y es que hacia el final del libro, el contenido erótico se hace (para mí) demasiado presente y por lo tanto, repetitivo o previsible. No es que a mí me moleste que haya contenido erótico en una novela, ni mucho menos, y sobre todo, cuando tiene mucha relevancia para la trama (como es el caso) y si está bien contado (que lo está), a lo que me refiero es que hacia el final el peso de lo erótico es mayor que el de lo psicológico, y llegó un momento en que me dio la sensación de que la historia no avanzaba. Sin embargo, las últimas páginas recuperan esa sensación de incertidumbre que te acompaña a lo largo de casi toda la novela para llegar a un final completamente inesperado.
Los personajes son el gran acierto de "El silbido de la serpiente".
El perfil psicológico que Aída del Pozo realiza de los tres personajes principales de esta novela es muy bueno, haciendo que queden perfectamente dibujados dentro del libro. Además, teniendo en cuenta que todos hablan en primera persona, la autora se ha tenido que meter en la piel de tres personalidades diferentes, con circunstancias de vida completamente distintas, pero que en el fondo esconden oscuras perversiones. Aunque aparentemente todo gira alrededor del "ladrón de almas" y resulta un personaje interesante a la par que contradictorio,
a mí me ha parecido realmente genial el personaje de Candy, la mujer con la que comparte su vida; este personaje sufre una evolución tremenda a lo largo de la novela.
Lo más impactante es ver como los protagonistas van virando y tomando unas direcciones completamente inesperadas, alcanzando una gran complejidad psicológica, estableciendo entre ellos unas relaciones malsanas, que están abocadas al desastre final para alguna de las partes implicadas, pero al mismo tiempo con un alto nivel de dependencia, es ese "ni contigo ni sin ti" que se establece muchas veces entre las personas, llevando las obsesiones y la necesidad de poseer hasta límites insospechados.
"El silbido de la serpiente" es una novela negra con grandes dosis de erotismo que su autora ha planteado de una forma realmente original, fuera del circuito de lo que los lectores estamos acostumbrados a leer dentro de este género; un muy buen debut en el mundo de la novela. Un libro donde el sexo no es sólo un instinto primario del ser humano, es una vía de dominación o sumisión, una forma de castigar o de redimir los pecados que se comenten cuando se va en busca de un alma que no se sabe si se posee.